
Por NR Comunicaciones
La mañana era fría y ligeramente lluviosa en la Ciudad de México. A la salida del Metro Ciudad Universitaria, el eco de un pregón rompía la rutina:
—Tamalli. Llévese su tamalli con un calientito atolli…
Algunos estudiantes escuchaban entre risas la pronunciación del vendedor. Lo que para muchos fue una ocurrencia, para otros evocó algo más profundo: una raíz lingüística que nos conecta con las civilizaciones originarias del país.
La palabra “tamalli” proviene del náhuatl y significa “envuelto”, en referencia a la hoja vegetal que cubre la masa del tamal. Por otro lado, “atolli” es la forma antigua de nombrar al atole, y se deriva de dos términos: “atl” (agua) y “tol” (consistencia ligera). Ambos alimentos formaron parte de rituales religiosos y ofrendas entre culturas como la mexica, zapoteca y maya.
Tras conocer el origen de estas palabras, los jóvenes se acercaron al tamalero con otra actitud. Él los recibió con amabilidad:
—Tengo verde, mole, dulce, rajas, guayaba… ¿Lo quieren en guajolota o frito?
En medio de la conversación, uno de los estudiantes preguntó si esos eran todos los sabores existentes. El vendedor les respondió con orgullo:
—No, joven. Hay cientos. En todo México hay más de 500 variedades…
Y comenzó a enumerar:
– Tamales barbones (Sinaloa): preparados con camarones enteros, que impregnan la masa con su sabor marino.
– Tamales de ceniza (Morelos y Guerrero): cocidos con ceniza en vez de cal, sin relleno, acompañados con mole verde o queso.
– Tamales Güemes (Baja California): rellenos de carne de cerdo y pollo con aceitunas, pasas y sofrito.
– Tamales choyeros (Baja California Sur): llevan carne, papas, aceitunas, pasas, chiles y crema.
– Tamales de bola (Chiapas): redondos y amarrados, rellenos de carne de cerdo en salsa de jitomate.
– Tamales de chipilín (Chiapas y Tabasco): elaborados con una hierba local que aporta sabor herbal.
– Tamales de chocolate con guayaba: dulces, elaborados con masa de cacao y relleno frutal.
– Tamales de ratatouille: con vegetales salteados al estilo mediterráneo.
– Tamales de dedo (Veracruz): pequeños y sin relleno, se sirven con guisos encima.
– Tamales de tichinda (Oaxaca): rellenos con moluscos de río, típicos de la costa oaxaqueña.
La diversidad, como mencionó el tamalero, es reflejo de los ingredientes, los paisajes y las historias que se entretejen en el territorio. Y aunque cada tamal tiene su propia receta, todos comparten el valor de la tradición, la adaptación y el sabor.
En promedio, un tamal puede costar entre $35 y $100 pesos, dependiendo de los ingredientes, la elaboración y la región donde se venda.
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Nota editorial: Este contenido tiene fines exclusivamente informativos y culturales. Su propósito es documentar la riqueza gastronómica de México a través de la tradición de los tamales, sin promover productos, servicios ni emitir juicios de valor.

